Casas de campo chilenas
Las casas de campo chilenas nos reflejan la arquitectura del pasado. Las casas de campo chilenas han llegado a ser el máximo exponente estético de su desarrollo en la arquitectura nacional.
El inmueble tradicional ha logrado una evolución única. Una construcción realizada para satisfacer las necesidades de cobijo, techo y reunión entre otras muchas funciones. Las casas de campo chilenas se ha mantenido inalterables por tres siglos. Su arquitectura es expresión social y cultural.
Las casas de campo chilenas son una construcción de adobe, aunque la portada era de albañilería de piedra o de ladrillo según la edificación. Las tejas romanas de arcilla cubrían los techos y el piso es de ladrillos en pastelones y madera. En los corredores, los pilares de madera eran empotrados en bases de piedra.
El gran patio principal era empedrado con roca de río y la acera circundante con losas de piedra. Un estilo muy sencillo y rústico. Aunque la coloración de las casas era muy encantadora, ya fuera en la fachada, en el ocre de los pastelones, paramentos y tejados. Volumen, color, ambiente, conseguido sin buscarlo. Paz y armonía elemental sin intervención excesiva de la ciencia.
Casas de campo chilenas, Colonia y República
Las casas de campo chilenas originarias de los primeros tiempos de la Colonia. Conserva sus estructuras arquitectónicas heredadas del Siglo XVII hasta muy avanzado el siglo XVIII. Los terremotos interrumpían periódicamente su evolución, pero siempre mantuvo su esencia sencilla. Con la experiencia adquirida en el enfrentamiento de las catástrofes naturales, se revisan los sistemas constructivos, se recurre a materiales que respondan mejor, pero el concepto de las casas de campo chilenas prevalece vigorosamente.
En el siglo XIX se produce la transformación más importante. El primer patio pierde por completo su carácter primitivo (no entrarán a él, cabalgaduras ni vehículos), y se le rodea de corredores por sus cuatro lados. El corredor es el elemento principal y más característico.
A menudo, se adoptó el gran patio central rodeado de los aposentos. Una enorme construcción rectangular o cuadrangular con una sola abertura. Se construye también en forma de U, con corredores y galerías abiertos en los tres costados interiores de esa U. En términos generales, la mayor amplitud del terreno y la relación necesaria entre la casa de campo chilena y las demás construcciones que son su complemento, han creado un conjunto bien coordinado de edificios ligados entre sí por patios y corredores. De estos tipos de construcción quedan muchos, diseminados en el campo chileno, constituyendo un hermoso ejemplo de lo que, con escasos medios puede conseguirse, cuando el arte de construir se inspira en una noble y sincera intención.
El campo tradicional y las casas de campo chilenas
Relacionado geográficamente al valle y precordillera de la zona central de Chile, existe un sentido de territorio cultural. Territorio compuesto por campesinos, relaciones sociales, actividades productivas específicas, agrícolas y ganaderas, valores, costumbres y creencias compartidas.
Así, el campo tradicional chileno, constituye una serie de elementos que hacen de ese lugar un mundo singular y particular con identidades vinculadas al trabajo de la tierra. Un espacio cultural, que tomó forma a través de los siglos, y particularmente durante el periodo colonial a partir de comienzos del siglo XVII, cuando la economía fue reorientada, de un modelo de extracción de metales, especialmente el oro, a uno de raíz ganadero, otorgándole cada vez más valor a la propiedad rural, en manos de unos pocos propietarios. Estas tierras les fueron entregadas por la Corona, a través de la concesión de Mercedes de Tierra.
La hacienda y las casas de campo chilenas
La demanda de productos desde el Virreinato del Perú obtenidos de la actividad ganadera, tales como cuero, sebo, charqui y otros, propició un modelo de asentamiento que ayudó a la consolidación y desarrollo de la gran propiedad territorial en la zona central de Chile.
Se logró una especialización de la fuerza de trabajo, compuesta por indígenas, españoles pobres y mestizos. Estas labores vinculadas con la ganadería bovina, consideraban el arreo de ganado a zonas de pasto cordillerano, el rodeo y la matanza. A fines del siglo XVII una fuerte plaga mermó las plantaciones de trigo del Perú, quien comenzó a demandar productos agrícolas a nuestro territorio. Ello propendió a que las estancias ganaderas se transformaran rápidamente en haciendas cerealeras, sobre todo en el Valle Central de Chile, haciendo del trigo el impulsor de la economía chilena colonial.
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Luego de la independencia de Chile, comienza la llegada de nuevas tecnologías. Estas fueron financiadas fundamentalmente por un nuevo tipo de hacendado, vinculado a otras actividades productivas como la minería, la banca, el comercio y la política. Los hacendados mercaderes incorporaron maquinarias agrícolas importadas desde Europa o Estados Unidos para la industrialización de la agricultura. Todo ello fue transformando el paisaje, la agronomía, así como también las relaciones sociales campesinas.
La vivienda campesina
En la hacienda chilena nos encontramos con diversos tipos de construcciones inmuebles. Estas construcciones cumplían distintas funciones, siendo la vivienda inquilina, la que evidencia las más marcadas diferencias sociales dentro del latifundio.
En el caso de la vivienda de los inquilinos, las características eran bastante más precarias que la casa de campo chilena y servían fundamentalmente para cumplir a las necesidades básicas de cobijo y abrigo.
Hacia 1822, la viajera Mary Graham las denomina como “rancho”, describiéndolas de la siguiente forma:
“Estos ranchos están construidos con estacas clavadas en el suelo, unidos con listones de madera transversal que se atan, ya sea con soga hecha del junco o cáñamo, la corteza de un árbol de agua similar al álamo o con correas de cuero. Algunas sólo tienen un grueso entrelazado de arrayán o retama, otras tienen los agujeros del entrelazado cubiertos con arcilla y blanqueados con una cal que los lugareños preparan de los bancos de conchas…o con una especia de ocre blanco muy fino… Los techos están construidos de manera más o menos sólida; las vigas se cubren con una capa de hojas de palma tejera…También se usa la retama, la caña y un fino y largo pasto especialmente cultivado para los techos. Sin importar cuán pobre sea una vivienda, siempre a corta distancia existe una pequeña choza para la cocina”.
La estructura señorial
De acuerdo al proceso de formación de la gran propiedad o latifundio, este permitió la implantación de un sistema social Señorial, conservador, autoritario y patriarcal, basado en los fuertes lazos de dependencia con el patrón. Es así como, las relaciones sociales al interior de estas haciendas fueron modelando una serie de personajes, propios del mundo campesino, basados en el tipo de actividad que realizaban o por la tenencia que poseían o labraban.
La vivienda en el campo chileno fue el centro del conflicto social a mediados del siglo XX, para lo cual se establecieron como solución los villorrios campesinos y la distribución de la propiedad hacendal a través de la Reforma Agraria.
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